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” Sólo quien ha vivido cerca del mar, conoce la parte dulce de la sal”

Juan Ortiz

Quiero compartir contigo dos imágenes:

¿Alguna sensación?

Kailoha, nuestro proyecto, empezó así… con sensaciones.

La sensación de la sal en la piel, la brisa del mar, sumergirse en mitad de la “nada” y descubrir un nuevo mundo.

Pon tu mente en este momento: el neopreno hasta la cintura, la zodiac frenando, el viento en tu cara se suaviza y silencio… por fin silencio. Todo el mundo listo, revisión de quipo, ¿atrás? libre, salto de gigante y burbujas… millones de burbujas a tu alrededor

y es entonces cuando comienza la mayor sensación de paz que has sentido nunca…

Al principio sólo se trataba de la sensación de bucear, ganar algo de pericia para poder disfrutar del entorno sin agotar la botella aleteando constantemente para no hundirte. Cada inmersión te sientes un poco más cerca de parecer un pez y de repente un día no necesitas ni la mitad de lastre que en tu primera inmersión, apenas varías el aire de tu jacket y son tus pulmones quienes varían tu profundidad, un solo aleteo es suficiente para un buen rato.

y es entonces cuando descubres la verdadera sensación de ingravidez. A partir de ese día serás un apasionado buceador.

Tras descubrir mi gran pasión, lo que conseguía ahorrar cada año iba destinado a conocer mundo, y como bien sabes 2/3 partes, son agua. En estos viajes descubrí las aguas tropicales y tuve la gran suerte de bucear con especies increíbles. No soy capaz de describir la sensación cuando por primera vez vi un tiburón, allí apareció una sombra que resultó ser una preciosa hembra entre nosotros, quedamos de rodillas observando como iba y venía. Curiosa, se pavoneaba entre nosotros. Controlaba todo el entorno sin ningún esfuerzo. Mi recuerdo más nítido de ese día, sus ojos. En una de sus pasadas, fijó su mirada en mi mirada y continuó nadando sin apartar la vista de mí, movía constantemente sus ojos, movimientos cortos y muy rápidos, y en cada movimiento, enfocaba su mirada en mi mirada.

Más tarde aprendí que se trataba de un tiburón gris de arrecife y que los tiburones tienen un mecanismo reflejo que hace que muevan sus ojos en dirección contraria a su cabeza para estabilizar la imagen y centrarla en su campo de visión.

Con cada avistamiento, mi pasión por el buceo crecía más y más, mantarraya, tiburón ballena, tortuga verde, caballito pigmeo, bailarina española, tiburón martillo…

Con cada viaje tenía más y más recuerdos bajo el mar, algunos de ellos tuve la suerte de poder inmortalizarlos en fotos o vídeos, algunas veces pude encontrar algún artesano que tallaba en madera los animales que tanto ansiábamos encontrar. De tantos y tantos recuerdos, surgió el deseo de convertirlos en joya y crear una colección para llevarlos conmigo, no sólo los días cerca del mar, especialmente los días sobre el asfalto, corriendo entre reuniones, avanzando brevemente en un atasco, pero tocas tu muñeca, y ahí está… tu tiburón ballena, tu más preciado recuerdo.

 

 

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